miércoles, 29 de septiembre de 2010

Lunes 25 de Octubre. La gran Muralla!!!!

El día amanece espléndido.
Es todo un regalo, ya que hoy vamos a visitar la Gran Muralla China, y el buen tiempo hará que disfrutemos un poquito mas, si cabe, del paseito... unos 6 kilómetros.
Habíamos contratado la excursión en el mismo hostal, y nos habíamos decantado por el tramo de Jinshanling, ya que no está reconstruido, y eso, como que le da un mayor encanto.
Así que, como la jornada se preveía durilla, nos pegamos un señor desayuno, tranquilamente, mientras hacíamos tiempo a que llegara nuestra guia y charlábamos con el grupo de catalanes que habíamos conocido el día anterior, y con los que compartíamos excursión. 
Hicimos grupo con Jose, Núria, Rosa, Nerea y Elisa.
Cuando llegó nuestra guía, cogimos la mochila y nos pusimos en marcha. 
El trayecto en bus duró alrededor de unas 3 horas, y por fin pudimos disfrutar de un Beijing sin niebla, y dejar que nuestros ojos miraran al infinito... El paisaje rural era increíble.
Cuando llegamos al punto donde nos dejó el bus, ya a una buena altura, hacía frío, así que aprovechando que había unos puestecillos, para variar, nos compramos unos buenos guantes... y qué bien nos vinieron, madre mía!
Empezamos a andar... y a medida que íbamos ganando altura, las vistas iban siendo cada vez mas espectaculares: la Muralla, como si de una serpiente se tratara, recorre las crestas de las montañas... sube y baja... y te sientes allí, con el viento en la cara, mas vivo que nunca... diminuto ante tanta inmensidad... ante tal colosidad... fruto del trabajo de millones de personas. Y piensas que si no hubiera sido por la existencia de esta Gran Muralla, los bárbaros no hubieran llegado a Roma... Y el mundo quizá seria diferente.
La verdad es que disfrutamos un montón del paseo. No podíamos dejar de repetir: ¡Que pasada!
Tocábamos las piedras... como si fueran mágicas. 
Había tramos realmente hechos polvo, en los que tenias que tirar de manos, para apoyarte... Y menos mal que llevábamos los guantes, jejeje
Escalones altísimos, y torreones destrozados en los que los lugareños te ofrecían avituallamiento: café, cerveza, coca cola, te caliente... Ni en el Tour!
Nos hinchamos a sacar fotos, y como íbamos de charleta con nuestro grupillo, la verdad es que se nos hizo bastante ameno. 
Cuando nos picaba un poco el hambre, decidimos hacer un alto en el camino. 
Allí nos sacamos nuestros termos con agua caliente, los fideos secos... y tachán... una deliciosa sopa en un momento... que con la rasca que hacia nos entonó volando... 
Proseguimos la marcha. 
Tuvimos que subir por una rampa bastante maja, y el cansancio ya pesaba un poco... pero... tras unas tres horas de caminata... LO CONSEGUIMOS!!!! Llegamos a la meta, prueba superada!
Incluso tuvimos un rato para descansar mientras llegaban los últimos...
Y nada, luego, había que bajar... Otro paseillo, aunque este mucho mas relajado, disfrutando de los colores de las hojas de los arboles, que ofrecían unas combinaciones preciosas, entre verde, amarillo, marrón y rojo. 
Abajo nos esperaba el bus que nos llevaría de nuevo al hostal, y en que aprovechamos para dar alguna cabezadita. Parecía que no, pero estábamos cansados. 
Para despedirnos de Beijing, decidimos aceptar la invitación de nuestros catalanes para ir a cenar juntos. 
Nos duchamos y preparamos las maletas, ya que al día siguiente temprano, no era cuestión de molestar a nuestros compis de habitación ;)
Queríamos hacer alguna comprilla de ultima hora, y aunque tuvimos que andar a toda leche, en taxi y corriendo, al final lo conseguimos y llegamos a tiempo a la cita.
Nos llevaron a un sitio que ellos habían conocido, muy barato... y la verdad es que no podíamos haber ido a un sitio mejor. Cenamos genial, con cervecita. Rico, rico. 
Los chinos del local alucinaros cuando nos vieron entrar a los 7... 
En una de estas, que entra un occidental con una china, y pide en chino... Así que no podemos evitar dirigirnos a el y decirle que nos recomendara algo de la carta... Así comenzamos a hablar con el: un ingles que hablaba un perfecto español, y que trabajaba en Beijing.
Echamos unas risas guapas, en un ambiente super distendido, como si nos conociésemos de toda la vida.
Eso mola en los viajes: te olvidas  de todos los prejuicios, y te quedas con la persona. Gente que, a pesar de lo que nos pueda parecer, no es tan diferente de ti. Que disfruta básicamente con las mismas cosas. Que le molestan las mismas cosas. 
Nos sacamos unas fotos con todo el personal del restaurante, de recuerdo. Momento brutal: alucinaban, y no parábamos de reírnos. 
Y a la salida, con nuestro inglés.
No podíamos habernos llevado un recuerdo mejor. 


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